La Vanguardia 4-1-2013 | Crítica de TV: «Gladiadores sentados»
Vemos a Artur Mas entrar en el vestuario de la selección catalana de fútbol. La tele nos trae estas imágenes descorazonadoras. Entrar con cámaras en un vestuario es un arte mediático de alto riesgo: hay que prepararlo como se prepara un encuentro con Obama o con Merkel, o un G-20.
Lo hizo bien la reina Sofía cuando entró en el vestuario de la selección española de fútbol, en el Mundial. Vimos a Carles Puyol desnudo, con toallita en los bajos, y a los jugadores ponerse en pie, sudorosos, y aplaudir a la Reina. Alborozo, buen ambiente, confraternidad, una Reina sonriente entre gladiadores: una visita bien orquestada entre linimentos.
Felicidades a los jefes de comunicación de la Reina y de la selección. Bravo. Todo lo contrario que la visita de Artur Mas al vestuario de la selección catalana de fútbol tras el partido Catalunya-Nigeria. TV3 se ha esforzado en vestirnos de lujo este partido… ¡Teatro! Parte de nuestro teatro nacional (sala pequeña), involuntariamente escenificada: Artur Mas entra con su abrigo largo, pulido y repeinado, dice “molt bé” (ha sido un empate a uno, eh, con la estelar Nigeria, ejem) y los jugadores ni se mueven: se quedan sentaditos en sus banquetas. Uno mira para otro lado, otro se estudia los pies o la calidad del pavimento, otro se rasca las ingles.
“Molt bé”, repite Artur Mas, hierático. Los jugadores parecen pensar: “Es el de la independencia, yo miro para otro lado”. Los jugadores de la selección catalana no parecen férvidos patriotas. Ni tienen por qué: son sólo jugadores de fútbol. La responsabilidad no es suya. Pero el presidente de Catalunya, cuya misión debería ser enardecer a sus mesnadas, ni siquiera consigue que los jugadores de la selección catalana se pongan en pie cuando él entra en su vestuario.
“Molt bé”, repite, las manos en los bolsillos ante la imaginaria selección de fútbol de su país imaginario. Silencio. El sudor del vestuario se congela en el aire. Aquí el teatro se hace visible: el teatro se desmorona.
Una visita así, si se pretende que transmita algún mensaje y tenga alguna virtualidad para alguna causa, debería prepararse. De lo contrario, aflora la cruda realidad, la que hemos visto en esta escena televisada. A saber, que aquí todo el mundo pasa y nadie está por la labor (escénica): ni el público, ni los gladiadores, ni el president. Quizá los nigerianos. Y los esforzados comentaristas de TV3.