Periodismo
De la curiosidad un oficio, por Albert Lladó
Son apuntes en los que muestra sus fobias y filias, sus miedos y divertimentos con los que afronta la rutina
Víctor Amela, decano de la crítica televisiva, es conocido, entre otras cosas, por sus más de mil quinientas entrevistas publicadas en La Contra de La Vanguardia. Ahora salen a la luz estos 99 canales para ver el mundo en el que se desnuda desvelando, a través del capítulo corto, “casi todos” sus secretos. Se trata de apuntes, siempre acompañados por recomendaciones al final de cada nota, en los que el periodista va mostrándonos sus fobias y filias, los miedos que le persiguen y, sobre todo, los divertimentos con los que afronta la rutina del día a día.
Amela tiene biografía, atesora centenares de historias que contar, miles de anécdotas. Lo prefiere hacer a través de este libro ameno, rápido de leer, en el que renuncia a un análisis sesudo sobre sus experiencias vitales para atrapar al vuelo un recuerdo, recomendar un artista, preguntarse sobre la enfermedad y la religión, o volver a la cometa de la infancia perdida. Así, este “biozapping” tiene la virtud de unir lo que tantas veces se ha llamado alta cultura –se nos habla de Borges, Miquel Barceló, Omar Jayyam o Palau i Fabre– con lo popular, tan importante para la formación, sentimental e intelectual, de toda una generación.
El autor nos explica, de este modo, que con trece años descubre Kung-Fu, y cómo la serie se convierte en “un injerto cultural de largas consecuencias”. Para él, porque acaba caminado descalzo “durante todo un verano”. Y para las ciudades españolas, que “se llenaron de karatecas y yudocas”.
En Calzar calcetines a rayas encontramos uno de los momentos más interesantes de la propuesta. Amela, gracias a una supuesta frivolidad que le identifica, un “guiño provocativo”, se sincera: “lo que cotiza en televisión es el personaje, y hay que vestirlo y alimentarlo”. Hay que invertir en él, dejar que el espectador lo reconozca. Que lo haga suyo.
Recomendables también son las líneas que dedica, en forma de instrucciones sin dogmatismos, a interrogarse sobre cómo entrevistar y cómo empezar a leer. La respuesta será, siempre, la seducción como recurso. Una biblioteca, nos dice, es “un ser vivo, una biografía”. Amela es, pues, un tipo esencialmente curioso. Y, sabiéndose un privilegiado, convierte su forma de ser en un oficio. Eso sí, sin olvidar nunca la máxima del clásico mallorquín Ramon Llull, que sigue a rajatabla: “Ya que existimos, ¡alegrémonos!”.