DISCORDIA. Las pugnas intestinas entre colaboradores de Sálvame (Telecinco) son el tuétano de este formato televisivo, son su aliciente medular. El telespectador asiste a sus encontronazos dialécticos y a sus desparrames emocionales, que propician la toma de partido a favor de unos o de otros en cada pugna, en cada conflicto. El relato se reinicia cada día con nuevos roces y desencuentros, y es irrelevante en qué medida vienen forzados por guionistas creativos o marcados por las genuinas pulsiones de sus protagonistas. Lo que importa es que se crea algún conflicto, alguna tensión interpersonal: el espectáculo pasa por lo impredecible del despliegue y ramificaciones de estos choques, por lo incierto de sus consecuencias y desenlace. Con la conversión de estos excomentaristas en personajes de una dramaturgia de función diaria, ha emergido un espectáculo barato y eficaz, entre la corrala y el teatro, la sobremesa y la barra de bar, el patio de colegio y la tertulia, un gran juego de rol de plató. Un escenario que no cesa de reinventarse. Este pasado viernes, por ejemplo, me sorprendió un nuevo giro de tuerca de esta eficiente dinámica, que alimentará el relato de la semana entrante: ¡se nos anunció que uno de esos colaboradores está a punto de ser eliminado! Laboralmente, se entiende. Que va a ser despedido, vamos. Se les anunció a los propios interesados en vivo y en directo, mediante un vídeo inquietante en el que las imágenes de los comentaristas, uno tras otro, se difuminan y volatilizan. ¿Quién será la víctima de esta ruleta rusa del desempleo catódico? Tachán… Es un truco de alta eficacia dramática, de un sadismo de gran actualidad en esta España del 25% de desempleo. Los colaboradores comenzaron a mirarse de soslayo, recelosos e inquietos: “¿Seré yo?” (vi especialmente desasosegada a Rosa Benito, que ha fracasado en su reciente intento de llevar a plató a su cuñado José Ortega Cano). Es un refinado truco: nadie quiere quedarse en el paro ahora, lo que excitará los ánimos de todos contra todos, en beneficio de la dramaturgia y del espectáculo. Es una nueva versión del juego de las sillas: todos van a tener que espabilar para no quedarse con las posaderas al aire, y en esta tesitura serán capaces de cualquier cosa, o casi. Sembrar discordia es la clave (en esto es magistral el cizañero Kiko Hernández, casi como los presentadores J.J. Vázquez y Paz Padilla, dedicados últimamente a hacer llorar a Belén Esteban). La dirección ha apostado por el “divide (a los colaboradores) y vencerás (entre la audiencia)”. Alguno venderá a su madre.
ARGUIÑANO. Veo argumentar a Mariano Rajoy, en directo (Canal 24h), sobre las ayudas a la banca, y cruzo su perorata con la última de Karlos Arguiñano, contundente analista político a pie de fogón. Mientras trocea zanahorias y saltea verduritas en su programa (Telecinco), Arguiñano sustituye el chiste fácil por el aguijonazo certero: “¡Que haya que inyectar millones de euros a unos bancos sospechosos, y quitarles profesores a los niños en las escuelas…! Todo por culpa de los gángsters que han manejado la economía mundial, ¡y encima hay que apoyar a esos gorileros! Si los del Gobierno llegan a explicar qué iban a hacer, ¡igual no gobernaban! Yo soy un cocinero, llevo toda la vida trabajando, pago más de 300 sueldos, y he pagado todos, ¡a mí que no me expliquen cosas! ¡Y ahora quitan dinero a la educación…! Nuestros hijos van a tener que emigrar…”. Y le atiza temperatura a la vitrocerámica.
EPA MI AMIGO!! ARGUIÑANO ESTÁ EN ANTENA 3 AHORA, NO? O SE HA VUELTO A CAMBIAR?