La tele como juerga: el público en un plató es un vestigio radiofónico, de cuando la radio se hacía cara al público
PÚBLICO. Ahorros en Televisión Española: ya no hay público en el plató del programa matinal Por la mañana (TVE1), de Mariló Montero y el doctor Gutiérrez. No sé qué función tenía el público en ese programa, más que encarnar la representación del pueblo televidente y soberano, más que aportar un cierto hálito consuetudinario y viandante. El público en un plató es un vestigio radiofónico, de cuando la radio se hacía de cara al público, porque la radio era a su vez una extensión del teatro. La televisión engulló a la radio y al teatro, con sus públicos incluidos. Pero no todos los programas saben jugar al público, sacarle partido televisivo. Lo juega muy bien Jordi González, cuando se dirige a las gradas y les suelta: “¿Hay alguna puta entre vosotras?”. O les grita: “¡Queréis callaros!”. Y lo hace muy bien Jorge Javier Vázquez cuando le planta el micrófono a una señora de Segovia y le pide opinión sobre la Merkel, Encarna o el baile chuminero de Lydia Lozano, arbitraria e indistintamente. Esto es televisión sin pulir, un poco hija de El Molino, del teatro de vodevil, del burlesque. No sé si estos público cobran o no, pero hay casos en que compensa y se amortiza el gasto… y otros casos en que es gasto inútil.
JUERGA. Samantha Villar es una periodista que se hizo popular con su espacio televisivo 21 días, en el que vivió durante 21 días en una mina, y luego otros 21 días sobre unos cartones de mendigo, y otros 21 días en un barco de pesca de altura, y luego 21 días con prostitutas, y luego 21 días en sucesivos entornos rudos y crudos y muy perros. Ahora se ha tomado venganza de tantas penas y miserias con su nuevo programa, Conexión Samantha (Cuatro): en vez de sumirse en los reveses de la vida y las adversidades de la existencia, ha decidido pasárselo bomba, y por eso ya he visto que se lo ha montado en un programa para irse de viaje a una fiesta masiva y desmadrada en Cancún, en el Caribe, y en otro programa se ha unido a un grupo de strippers, de guaperas y de ligones de discoteca, que alguna alegría le habrán dado. La veo como buena candidata a acabar presentando una versión hispánica del británico programa Ciudades del pecado. Samantha Villar está eligiendo los contenidos de su programa con mucho tino y muy buen sentido del cachondeo, la juerga y la diversión. La suya, por supuesto. Y si de paso el telespectador también lo disfruta, mejor para él. Samantha no se priva.
MERCANCÍA. “Quienes mandan hoy en los medios de comunicación son los financieros”, comenta Ramon Colom en su debate de Mil·lenium (Canal 33), rincón televisivo en el que todavía asistimos a conversaciones sobre lo divino y lo humano. El dinero es el combustible de toda actividad comercial, y la información también lo es. Quienes han perdido ya todo pudor al respecto de la mercancía informativa son los telenoticiarios, sobre todo en televisiones privadas: imágenes impactantes de catástrofes naturales o humanas, animales en circunstancias llamativas o exóticas (esta semana, una zarigüeya esquiadora presentada por Piqueras) o un desfile de bikinis o de lencería, elevados sistemáticamente a la categoría de información principalísima. Súmese a este despliegue el de la información futbolística… La televisión ha renunciado a explicarnos el mundo y se esmera en distraernos del mundo. ¿Formar, informar y entretener? ¡Qué antiguo!: entretener, entretener y entretener. Nadie engaña a nadie, eso sí.