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Crítica de TV | Somos muy tontos

12/03/12 por Victor Amela

somos muy tontos por victor amela

Somos muy tontos

PEATÓN. Nuevo anuncio en televisión de la Dirección General de Tráfico (DGT). Con la intención de siempre: concienciarnos de que el tráfico rodado es una actividad peligrosa y hasta letal. En este caso, el anuncio se ha grabado en clave de comedia, sección monólogo simpático: sale el humorista Leo Harlem y se marca una parrafada de las suyas –acelerada, brillante, logorreica y certeramente gestual– acerca de lo “atontaos” que vamos los peatones, jugueteando con la pantallita del móvil, ajenos a los peligros que acechan en calzadas y semáforos. Tiene razón Leo Harlem. Como la han tenido los demás anuncios de la DGT desde que tengo uso de razón: unos más discursivos, otros admonitorios, muchos melodramáticos, algunos sombríamente trágicos y ominosos, pues la DGT ha tocado todos los registros de la dramaturgia para intentar salvarnos la vida. Es lo que le toca, como a la televisión pública le toca ser púlpito de este sermón. Pero soy escéptico: es imposible saber cuántas vidas han salvado los anuncios de la DGT, como es imposible saber ahora a cuántos peatones salvará la vida Leo Harlem, que lo hace muy bien en el anuncio. Con que salve una sola vida habrá merecido la pena el anuncio, ¡desde luego! Pero seguro que dentro de un rato salgo a la calle y me pongo a tontear con la pantallita del móvil y olvido mirar antes de cruzar, y quizá un bus… Somos muy tontos, ¡bien lo dice Leo Harlem!

CHINA. El gobierno chino es muy considerado con sus condenados a muerte: les deja salir por televisión poco antes de ser fusilados o electrocutados. Los condenados aceptan: es un modo de despedirse de sus familiares y de este mundo cruel. La entrevistadora les pregunta acerca de su crimen y recaba su arrepentimiento: se arrepienten y piden clemencia, pobres. Es una versión mediática y china de la vieja inquisición europea, o de la confesión católica de los pecados (al sacerdote castrense) antes del paredón. Es una versión catódica del carro que paseaba por las calles de Barcelona al condenado a muerte mientras se le insultaba, mortificaba y torturaba –ya podría gritar clemencia– a la vista de todos antes de ejecutarlo. Se pretendía que esta exhibición inhibiese a eventuales criminales, el mismo propósito que declara el gobierno chino. Y el pueblo miraba, en vivo o por la tele. Es un programa de éxito. Y aquí también lo sería. El ser humano es siempre igual a sí mismo, aquí y en la China popular.

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