CRÍTICA DE TV | Víctor-M. Amela: Subir a la patera previo pago
Hay un tipo que está ganándose el título de tonto más tonto de España. Responde por Aristidín, y ¡ha pagado 70.000 euros por entrar en la casa de Gran Hermano! Hay que ser mentecato. Sus compañeros de concurso, claro, se han apresurado a nominarle. Y los telespectadores, encantados de expulsarle, por el gusto de ver la cara de tonto que se le queda. (Al cierre de esta edición, todo indica que al bobo de Aristidín se le expulsa ya).
Aristidín ha contado que entregaba los 70.000 euros a la Cruz Roja para compensar lo mucho que ha recibido de la sociedad (la sanidad pública se hizo cargo de sus familiares enfermos de cáncer): qué argumento más grimoso. Me asombra que la inteligente organización de Gran Hermano dé curso a esta moneda emocional (no podemos llamarla intelectual) de tan baja estofa y deficiente aleación.
Porque es un gran error conceptual. Primero, porque no cuela (está claro que ese chico sólo anhela una cosa: ver su careto en la tele, aunque sea a costa de arruinar a su familia y a su novia, que aparentemente le han dado el dinero que era para un piso: este chico no se quiere más que a sí mismo).
Y segundo: aceptar a un concursante previo pago desvirtúa el sentido originario de Gran Hermano, cuyo acierto ha sido el de aparecer a los ojos de miles de jóvenes (hijos de nuestro fracasado sistema educativo y de las pistas de discoteca) como última tabla de salvación para sus romas vidas, y por eso justamente he llamado “programa patera” a Operación Triunfo o Gran Hermano: son la incierta y tambaleante patera a la que se suben estos jóvenes para jugarse la piel cruzando el estrecho que les separa del continente de sus sueños. Si aceptan que sus concursantes paguen, los organizadores de Gran Hermano pasan a identificarse con las mafias de las pateras y como cómplices necesarios de un despilfarro monetario que podría causar un estropicio (ojalá no) en personas del entorno de Aristidín, y todo por la veleidad de innovar o de colaborar con alguna ONG. Esa donación sólo tendría sentido si el donante puede acreditar una gran fortuna y gusto por ejercer como mecenas de alguna sección del programa (como los editores romanos sufragaban las peleas de fieras y gladiadores en el Coliseo). Pero esto otro de Gran Hermano ha sido un atraso con respecto a Roma, porque fomenta la irresponsabilidad, el derroche y el descalabro de alguna economía familiar.