Tengo 60 años. Soy barcelonés de pura cepa. Soy perfumista, o comunicador olfativo. Estoy casado y tengo tres hijos, Óscar (26), Laura (21) y Héctor (18). No me gusta lo lineal: soy progresista y conservador, liberal y anarquista. Soy católico pero creo en la reencarnación
¿Hubo siempre perfume?
Grato a las narices de los dioses, nos conce- dieron favores. Los conocedores de estos secretos empezarían a aplicarse perfumes a sí mismos… Y así hasta hoy.
Los españoles, de los que más. ¡Tenemos la mejor cultura perfumista del mundo!
¡Somos el único país que pone colonia a los bebés! De notas cítricas. Eso adiestra al cere- bro para apreciar perfumes, nos convierte en futuros consumidores muy exigentes.
Soy cuarta generación de una estirpe de perfumistas. Tuve un gran maestro, Arturo Jordi.
¡Magia! De dos aromas hacía brotar un ter- cero. Todo puede mezclarse, porque todo es cuestión de proporciones.
Hay tradición: véase Grasse, sus cultivos de lavandas, lavandinos, espliegos, rosas… Pero ¿sabe quién les enseñó a cultivarlos?No.
¡Los cruzados españoles!
Más: Franco eximió de impuestos la botella de litro de colonia, ¡y así socializó su uso!
Entrenamiento en olores, mucha imagina- ción para combinarlos… y buen gusto.
Esto es un arte, sí: ¡se trata de comunicar! Tú eres como hueles y hueles como eres.
A veces he seguido perfumes por la calle pa- ra verificar si correspondían al tipo de per- sona que me sugería, ¡y suelo acertar!
Si me llega algún aroma interesante, ¡sí!
Use un perfume de flores blancas, azahar, ylang-ylang… Hay todo un lenguaje odorífero universal, ¡pero alfabeticémonos más!
¿Qué nos está comunicando una mujer con una flor en el pelo?
“¡Polinízame!”. El olor y el color de la flor son la estrategia natural para la polinización.
¿No? La línea entre masculino y femenino se desdibuja, interesan ahora las actitudes.
El del jazmín. Y el del pachulí, ¡pura seducción!
El incienso.
Las maderas.
La bergamota.
Los bambúes.
Los cueros.
El de la raíz del iris, el lirio de Florencia. Huele a tierra, polvo, flor… ¡Inclasificable!
¡Más de 10.000!
Lo pensé, no lo hice, ¡y me arrepentí el día en que me partí la nariz!
Un accidente de bici. Me llevan al hospital, el médico me dice: “Tiene la nariz torcida”, y, crac, con la mano me la recoloca. Grité: “¡Cuidado, es mi herramienta de trabajo!”.
No, felizmente. Pero puede pasar si se daña el nervio olfativo. ¡Le pasó a mi padre en un accidente!
Sí. Y cocinaba. ¡Sufrió muchísimo sin olfato! Con los años, al final de su vida, aprendió a disfrutar sin olfato, por las texturas.
Nos resulta afrodisiaco lo que creemos que lo es. Incluí feromonas en un perfume para Julio Iglesias, y no funcionaron: ¡no se huelen! Al final usé moléculas de almizcle.
El perfume antecede a la presencia y perma- nece en la ausencia. ¡Mantiene vivos a los desaparecidos!
El de la brea. Contemplaba a un mestre d’aixa de El Port de la Selva doblar las made- ras para hacer barcas, embrearlas… Ah, un olor incomparable que me extasiaba.
El ámbar gris, una secreción del cachalote. ¡Qué perfumazo!
El agua de Chipre: bergamota, rosa, musgo de encina y pachulí.
Elige el que no contradiga tu estilo, tu vestimenta, tu actitud. Si eres oscuro, no grites con tu perfume. Y viceversa.
La personalización.
¡Aprender cada día! Hoy aprendo algo nue- vo cada día de mi hijo Héctor, tetrapléjico parcial por un accidente en moto.
‘La perfumista’
Es un sabio del perfume de larga prosapia: su bis- abuelo tuvo una droguería y su abuelo fundó Myrurgia. Él ha creado ahora su propio templo del perfume (ramonmonegal.com) y es un pozo de conocimientos sobre el ramo, además de hom- bre de afinada sensibilidad estética e incesante creatividad: acaba de publicar una novela, La perfumista (Planeta), en la que vierte casi todo lo que sabe sobre perfumes. Me habla de Ferran Adrià (“es un perfumista de la cocina, ¡cómo combina elementos!”) y de un jeque árabe que llenó una piscina de perfume de azafrán, rosa y ut, preciadísima madera aromática. Y me explica que un síntoma precoz de alzheimer es la pérdida de la capacidad olfativa…
Los olores de los que disfrutamos los que hemos nacido o viven largo tiempo en la República del Cap de Creus son imborrables e incomparables. El olor único de la ‘frescuma’ en la ‘llongada’ i las rocas, el olor a brea del ‘astilleru’, a madera, el olor a los aparejos i los montones de redes en el almacén de Confraria. Olores que quedan marcados i que solo recuperas estando allí. Yo hice la mili en Tenerife, todo un año en la isla, recorriendo playas i puertos, nunca pude reconocer el verdadero olor a mar en una isla. Al volver a la Peni un mes de agosto, en tren, al ganar la última curva i enfilar la recta de la estación de Llançà, fue cuando el aire que entraba por las ventanas me confirmó que había llegado a casa. El aire, con el olor inconfundible i balsámico, incomparable i extasiante de la R.C.C. .
Salut !