El cuerpo raro
Víctor-M. Amela
Daniel Cebrián, uno de los ganadores de la última edición de los premios Ondas, en el momento de recoger su premio durante la gala celebrada anteanoche en el Gran Teatre del Liceu, hizo un comentario digno de reflexión. Recogía el premio a la mejor miniserie televisiva, otorgado a 11-M con actores y eficacia cinematográfica-la masacre de los trenes de Atocha, el 11 de marzo del 2004: «No sé cómo decir esto, pero recoger un premio por una historia basada en una tragedia como aquella, le deja a uno con el cuerpo raro», dijo con el caballito empuñado.
Con este comentario, el feliz galardonado – ¿qué aplaudíamos al aplaudirle?- me hizo pensar en una de las médulas de la creación artística, que es intrínsecamente caníbal. Es decir, que devora la carne y el hueso, la sangre y los humores de la cruda realidad. Lo mismo podría haber dicho Goya tras pintar los fusilamientos del 3 de mayo de 1808, no en Atocha, pero sí cerca de la Moncloa y de la actual estación de cercanías de Príncipe Pío.
O Géricault tras pintar La balsa de la medusa,escena en la que unos náufragos moribundos comparten balsa con los cadáveres de compañeros cuya carne comen. Los galardonados por la miniserie 11-M no pueden prorrumpir en una efusión de alegría y vítores, puesto que su laurel bebe de un desgarrador drama que sigue lacerando a centenares de conciudadanos que vieron morir a sus familiares aquel 11 de marzo. Pero, al mismo tiempo, el arte no puede cerrar los ojos, sortear el horror, mirar hacia otro lado: no podemos reprocharle nada a ese humanísimo impulso nuestro de narrar. De narrarnos lo que nos sucede, sea gozoso, espantoso o abominable. Es una pulsión que viaja con nuestra naturaleza.
Narrar algo con eficacia conmueve. Y supo conmover Goya, de tal modo que su cuadro se erige en alegato contra la guerra y sus desmanes. Del mismo modo, la serie 11-M puede ayudarnos a entender la psicología del mal, esa perversión humana consistente en poner las ideas por encima de la vida de las personas. Los artistas se sientan sobre un trono de sangre, puesto que construir emociones e incluso belleza se enraíza a menudo en el horror.
Por cierto, también debería quedárseles el cuerpo raro a los periodistas de informativos de TVE (que recogieron a su vez su Ondas), pues su trabajo consiste en organizar un relato impactante de los horrores del mundo.