Cargas y mercancías
Víctor-M. Amela
Ahora viene una ola de «televisión blanca» en la que la crítica ácida de Wyoming quizá no quepa
CADENAS. A Cuatro la absorbe Telecinco, a la Sexta se la queda Antena 3. Volvemos por donde solíamos: TVE, autonómicas y un par privadas, aunque con varias ventanas y algunas otras ventanillas. Ahora se trata de sostener todo esto sobre un mercado publicitario… que no está precisamente en expansión y que – naturalmente-quiere optimizar cada euro. ¿Qué estrategia de programación seguirán las cadenas para sacar lo suyo adelante? No parece que a Cuatro esté funcionándole bien su programación. ¿Qué pasará si se convierte en una carga? ¿Y la Sexta? Wyoming está ahora en El intermedio más suelto, descarado y lenguaraz que nunca, porque debe de intuir que, de perdidos, al río. Wyoming ahora se permite chanzas a costa del físico de José Manuel Lara (patrón de Antena 3) y de Jaume Roures (patrón de La Sexta), como si supiera que su programa tiene los días contados. Ahora viene la oleada de la «televisión blanca», de la televisión familiar, y la crítica sociopolítica que practica El intermedio puede ser ahí una piedra en el zapato, un incordio (Wyoming ya ha popularizado una cancioncilla sobre la sintonía de Resistiré en alusión al gobierno del PP, al que anuncia que no le bailará el agua. ¿Un modo de ponerse la venda antes de la herida?). Un argumento de la nueva empresa para mover a Wyoming podría ser evitar que El intermedio (La Sexta) compita con El hormiguero dada su loable programación minoritaria-puede ser fácilmente desbancada por algún nuevo canal en el botón del mando a distancia de la tele. Y estar colocado en el telemando entre el 1 y el 9 es determinante. No nos cuesta mucho zapear en ese arco numérico, con lo que las opciones de visibilidad serán mayores en esas posiciones de privilegio. Sobre el futuro de Wyoming, él parece el menos preocupado: lleva treinta años haciendo televisión con intermitencias y pasándolo bien. Cómo él mismo me dijo una vez, «no padezco neurosis de renta»: con una guitarra y un puente bajo el que cobijarse le basta.
VILLA. He visto las imágenes reiteradas del futbolista David Villa con la pierna quebrada, vendada e inmovilizada, transportado en silla de ruedas, trasladado a trompicones hasta el autocar y zarandeado entre varios empleados para ser subido a peso al vehículo. Son imágenes desaliñadas e incómodas, por la doliente situación del futbolista y por la pobre impresión de improvisación que transmiten. No he podido dejar de pensar en lo lastimoso de la situación del señor Villa, que tiene que soportar verse asediado así por las cámaras en la intimidad de su malestar, que tiene que verse así movido y alzado como un paquete a la vista del mundo entero. Ya sé que los futbolistas son comprados y vendidos como cabezas de ganado, ya sé que son una mercancía con patas, ya sé que son un paquete de inversión de una empresa, pero visualizarlo de modo tan crudo resulta casi tan violento como una rotura de tibia.