CRÍTICA DE TV
Punset y el pan de molde
Víctor-M. Amela
Sería más previsible si Punset ofreciese pan de molde a un neurólogo de Massachusetts
VALLÉS.
Vicente Vallés deja el canal 24 h de TVE y se pasa a Antena 3. Lo lamento por TVE, que pierde a un informador impecable. El informativo nocturno que conducía Vallés lo era: Vicente Vallés narraba con precisión y pulcritud lo sucedido durante el día, y animaba luego un debate de ideas, reflexiones y opiniones entre un panel de enjundiosos tertulianos. Vallés ha desplegado siempre una labor informativa de calidad y calidez, y transpira pasión por su trabajo, profesionalidad, credibilidad. Es un valioso híbrido de juventud y solidez. Estuvo en Telecinco, ha estado en TVE, estará en Antena 3: a Vicente Vallés no le faltará nunca trabajo. Al menos, mientras haya telespectadores a los que les interese dedicar algunos momentos a entender qué diantre ha pasado por aquí. Sobre todo en el ámbito de la política española, la preferencia de Vallés. Quizá lo único que cabría pedirle a Vallés sea eso: abrir algo más el abanico de sus polos informativos.
PUNSET.
He visto a Eduard Punset en un anuncio de pan de molde blandito (pane morbido,que le llaman los italianos: me encanta). Este pan blandito es un tipo de pan muy loco, desde luego, un tipo de pan pensado para comerlo aunque no tengas dientes y para ponerlo al servicio de algún improvisado y urgente sándwich. El desvarío panificador, por cierto, ha avanzado en los últimos años hasta el extremo de desproveer de su exigua corteza a este pan blando, para que su blandura sea ya extrema, casi etérea, inmaterial, ingrávida. Por eso me parece bien la elección de Punset como anunciante de algo tan alocado y tan cercano a la abstracción metafísica, del mismo modo que vemos deslizarse a la tradicional física mecánica hacia las extravagancias de la física cuántica. Punset es un señor cuyo prestigio le ha ganado el derecho a hacer y decir lo que le da la gana, como una especie de Dalí de la divulgación científica (me fascinó oírle decir hace poco en televisión que está por demostrar que él tenga que morir. Dalí también se creía inmortal y también hizo anuncios televisivos, ahora que recuerdo). Y por eso ahora vemos a Punset en este anuncio de pan de molde, irrumpiendo en una cocina con mamá y niños revoltosos, como una aparición extraterrestre o caída de otra dimensión espacio-temporal: tiene su gracia, porque es el último lugar en el que te imaginas a Punset. Si el gran Punset le ofreciese un bocadillo de pan de molde a un neurólogo de Massachusetts sería otra cosa (no menos estrafalaria pero más previsible). Lo mejor, de todos modos, es el plano final del anuncio: Punset está sentado tras una mesa, la cámara le capta sonriendo para la foto y perdida la mirada en el inconcreto vacío, mientras alguien desliza en plano una bolsa llena del pan de molde que se anuncia. Punset ni se inmuta: él sigue mirando al vacío y sonriendo. Podrían haberle puesto delante una tortuga, una freidora, una compresa, que le hubiese dado igual: él tiene la cabeza en otra cosa, en las moléculas,las neuronas, la sinapsis y los genes. Tengo para mí que una rebanada de pan de molde es la última cosa en la que pensaría Punset, y justamente por eso este anuncio resulta tan delirante y divertido. A menos que Punset empiece a contarnos ahora en alguna inminente emisión de Redes que el universo no se parece a la onda expansiva de una explosión, a un globo, a una silla de montar, a una espiral, a un vórtice abismal, a una nube que se dilata… sino a una blandita rebanada de pan de molde.