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ANÁLISIS | La Biblia y los cazadores de ojos

13/07/11 por Victor Amela

ANÁLISIS

La Biblia y los cazadores de ojos

Víctor-M. Amela
Esto del sexo y la violencia más o menos explícitos en los relatos (orales, escritos o audiovisuales) es un cuento de nunca acabar. Podría decir que es una cuestión de modas pendulares, y que ahora le toca al péndulo el lado de la excitación y el frenesí, el manierismo y la voluta sexual y violenta.

Podría decir que en tiempos de crisis hay que ir al grano y no arriesgar el negocio, y que en el negocio audiovisual nada capta mejor el ojo (el monedero) del público que lo extremo y exagerado, la efusión de sangre y la cópula compulsiva.

Podría decir que escribir es exagerar, como dijo alguien, y así lo creo, pero si a lo que cuentas (escrito o filmado) le añades algo de salsa picante, mejor para el negocio de contar: los editores de informativos saben que nada atrae más ojos a su producto que la promesa de imágenes escabrosas.

Podría decir que esos cazadores de ojos que son los productores de cine y televisión están ahora más prestos que nunca a cazarnos con todas sus artes.

Y podría decir también que la violencia en la ficción es una violencia estilizada que objetiva, canaliza y exorciza la violencia que nos late dentro, porque (podría decir) somos una especie violenta, transida de pulsiones violentas y sexuales (la criatura humana carece de periodo de celo: está todo el año en celo), pulsiones que nos arrastran ineluctablemente a la pornografía y a los videojuegos en que nuestros queridos hijitos degüellan a siete malos siete veces en cada partida.

Podría decir todo esto, y ya lo digo, pero lo que me apetece decir es que sexo y violencia están en la nuez misma de la narrativa: basta leer la pérfida y humanísima historia del rey David, músico y guerrero, poeta y libidinoso asesino. Sí: el rey David se prenda de Betsabé, bella esposa de Urías, uno de sus mejores soldados, que guerrea para él contra los amonitas. El rey David posee a la bella (sexo) y en cuanto la embaraza manda regresar a Urías para que se acueste con ella y así tapar su falta… Pero Urías decide no gozar de su mujer por respeto a sus conmilitones que mueren en batalla. Entonces David ordena enviar a Urías a la batalla más encarnizada, para que muera (violencia). Y muere. Y David se queda con Betsabé. ¡Ah, la Biblia, ese volcán de sexo y violencia!

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