CRÍTICA DE TV
Que acabe mal
Víctor-M. Amela
MASAS. Las masas son muy televisivas. A la televisión le encanta llenarse de gente, de manifestantes, de personas en grupo clamando, reclamando. Si hubiese habido televisión en los días de la Revolución Francesa, ¡se hubiese puesto las botas! A falta de tele, estaban Delacroix y David y Gericault y otros pintores del momento para construir realidad y fijarla con estampas muy vistosas y cinéticas. Ahora algunos jóvenes llenan algunas plazas, y la televisión corre a recogerlo. Una protesta popular muy televisiva, con titulares hechos: «Los indignados» (vinculándolo al comercial panfleto de Hessel), y con la prensa internacional hermanándolas a las revueltas norteafricanas. Todo lo relativo a las masas es muy contemporáneo – lo anticipó Ortega-y muy mediático, como decimos hoy (máxime cuando parecía que las redes sociales desactivarían las acciones presenciales). Probablemente esta presencia de masas callejeras acabe mal (¿o bien?): como un contenido televisivo más, sustancia televisiva pasajera. Los jóvenes manifestantes suelen ser muy críticos con los periodistas, la televisión – lo sé por haber cubierto algunas manis para este diario-y los medios de comunicación, a los que acusan de encubrir al poder y falsear la realidad. Visión errónea: la televisión ayuda a construir la realidad a quien sabe seducirla. Podría ser que esas masas de Madrid y Barcelona estuviesen aprendiendo.
FAMA. La fama es una fe, una religión propia de nuestro tiempo. Le preguntas a un joven qué quiere ser de mayor y ya no te dice «astronauta», «médico» o «futbolista», te dice «famoso». Anhelamos reconocimiento social, lo que hoy ha adoptado esta específica forma: la fama. El programa de Punset, Redes y medrar por emulación, por analogía-y para asistir a su posible caída, a su declive, a su debacle, con el propósito de ocupar su lugar. De ese instinto de supervivencia, la evolución nos ha legado la inclinación adaptativa a seguir con la mirada a los famosos… y a regocijarnos íntimamente de sus desgracias. Los programas del corazón son interesantes si contienen conflictos, y la felicidad de los famosos sólo interesa si invita a preguntarnos «¿durará mucho?», pues en nuestro oscuro fondo ansiamos que acabe mal más pronto que tarde.
De acuerdo con el morbo del populacho, pero creo q gratuito lo de llamar panfleto al lig¡bro INDIGNAOS…. me apunte a tu faceb ook queria regalar tu libro… me falta la persona para amar, puedo amar a mi Madre, a mi ex, a mis hijos, pero gastarme tanta pasta para un detallet cuando gano 600 al mes… Tengo 46 y una vida bastante jodida, te he comentado varias veces q eres mi idolo por como te teomas la vida a tus 50… pero compre el panfleto de 5 euros porque savbia a ciencia cierta q al hacerlo algo causaba en esta mierda de Universo… De acuerdo en la opinion, y tal vez acertada la palabra panfleto pero hay mas pensamiento en esos 5 euros q en Los pilares de la Tierra…. Con todo mi respeto… Miguel Zapata.
“Panfleto… en el más noble y etimológico sentido, no necesariamente en el peyorativo. Pero… indignación sin acción da en melancolía: prefiero acción sin indignación. Con todo mi respeto”.
Yo diría que mas que «indignación sin acción» da más melancolía no sentir «indignación» aunque solo lo expreses en casa, con tu familia, con tus amigos. A mí (no he participado en ninguna manisfetación) me da mucha esperanza que la gente salga, haga algo, y yo en casa explicándole a mi niño de 9 años que eso que sale en la tele es lo que debemos hacer, expresar nuestra indignación. Pasaré un día a la acción? tengo esperanza de que así sea, mientras tanto, sigo «indignándome» desde casa. Te admiro.