Víctor-M. Amela
Amad a vuestros hijos, o bien acabarán buscando vuestro reconocimiento en ‘Gran Hermano’
FLAVIÀ. La entrevista televisiva es un género con mil caras. Una que me gusta es la que le pone Carles Flavià en Jo què sé! (BTV). Siempre que lo sintonizo al azar, zapeando, consigue que me quede. En Jo què sé! vemos una presentación de lo más simple: una mesa y dos sillas. Y primerísimos planos (como aquellos que nos sorprendían hace muchos años en De cerca,entrevistas de Jesús Hermida). Y el talento del señor Flavià para la charla coloquial, para el requiebro (si la entrevistada es una dama), para la ironía, para el comentario gracioso, para la aproximación al interlocutor, tan desenvuelta como respetuosa. Flavià conversa con amigos, conocidos y saludados, y echa mano en cada caso de su campechanía y de su curiosidad personal: no pretende aparentar nada, pregunta y escucha, y resulta una entrevista televisiva de lo más estilizado y agradable. No hace falta más. No es tan complicado hacer un buen programa de entrevistas en la tele si se pone al frente a alguien con ganas genuinas de preguntar y conversar, ¿no? Yo qué sé.
SAUCA. Mi crítica al trabajo poco profesional de Sergio Sauca en el último Barça-Madrid ha provocado algún debate internáutico, del que destaco esta reclamación: si afeo al periodista Sauca que anime en Televisión Española a uno de los dos equipos españoles que disputan un partido, igualmente debería afear a los periodistas de TV3 que animen a un Barça que juegue contra otro equipo catalán. Tienen razón los reclamantes: si bien en este caso se trata de un conflicto más doméstico – no rompe España, sólo es una querella vecinal-,ese forofismo unilateral resulta igualmente muy desagradable.
AÍDA. Sostuvo Abraham Maslow que una vez que te has garantizado el sustento, el cobijo y el cariño de algunos íntimos, anhelarás algo más: reconocimiento social. Y el reconocimiento social es un regalo que la televisión está en óptimas condiciones de proporcionarte, dado que actualmente es la televisión la gran proveedora de visibilidad social. Pero debes saber que no siempre la visibilidad conduce necesariamente al reconocimiento: veo a la pertinazmente televisiva Aída Nízar (joven de cabello azabache, intemperante carácter y ahorrativa en bragas) esparcir acíbar en su torno con el propósito de medrar en platós y formatos televisivos de gran consumo (ahora en La isla de los supervivientes,Telecinco), y esa altísima visibilidad televisiva que consigue… sólo se traduce en una animadversión generalizada hacia su persona. Esta Aída parece no saber mantener con el prójimo otra relación que no sea de dominio, ofensa o conflicto, sea por naturaleza o rentable fingimiento (eso es lo de menos): supongo que le compensa íntima y económicamente ser detestada por la mayoría de telespectadores, pues de lo contrario no se entiende tanto esfuerzo por resultar odiosa. La televisión, como la vida, nos ofrece todas las oportunidades, y nosotros libremente (con nuestro carácter) elegimos. Reflexión final sobre el reconocimiento, esto es, la fama: en la antigüedad la proporcionaba ser el mejor discóbolo, mostrar coraje en la batalla, ser buen gladiador, buen trovador, eficaz dramaturgo, deslumbrante pintor, escultor, poeta o arquitecto, o ser muy rico o muy guapo. Hoy basta con estar en un plató. Es un nuevo oficio: estar, o sea, ser famoso. Amad y estimad a vuestros hijos…, o acabarán buscando vuestro reconocimiento en Gran Hermano.