Víctor-M. Amela. Alguien ha sugerido estos días exhumar los huesos de Franco y trasladarlos desde su tumba en el Valle de los Caídos a algún panteón familiar. Sería un gravísimo error, desde un punto de vista estrictamente pragmático y mediático: en una democracia catódica como la nuestra, todos los programas de televisión del cotilleo (es decir, todos los programas, informativos incluidos) se arremolinarían en torno a Cuelgamuros, y ya puedo anticipar el enredo.
Puedo imaginar que el cadáver de Franco apareciese más o menos momificado, lo que levantaría voces de canonización en los sectores de Intereconomía y algunos de la Cope. Puedo imaginar que en el traslado se extraviase alguna falange (perdón, no era un chiste), costilla o tibia, con las consiguientes especulaciones en Cuarto milenio o en lo de Ana Rosa Quintana con Nacho Abad. Puedo imaginar las dentelladas a la mesa de debate La Noria, y las rondas de comadres y compadres de Hormigas blancas, Enemigos íntimos, DEC y demás con la presencia de Carmen Martínez-Bordiú para glosar el trajín de los restos del abuelo pescador.
Y, en el contexto de esta crisis económica, puedo imaginar los argumentos de más de uno enalteciendo la Seguridad Social que el caudillo impulsó y los hermosos pantanos que inauguró. Ay, ay, que encima tendríamos que vérnoslas más horas con Pocholo, y a los de El reencuentro (Telecinco) se les ocurriría enviar al mononeuronal festero con su discomóvil a la plaza del mausoleo para amenizar la exhumación con una macrorave.
Remover los huesos de Franco – como proponía Ramoncín el pasado martes en Queremos opinar, de Canal Català- comportaría, desde un punto de vista práctico, una fenomenal controversia que se convertiría en un pingüe negocio para los medios de comunicación – sobre todo para las televisiones más comerciales: ¿lo vendería nuestro gran y apocalíptico Piqueras como un signo del fin de los tiempos?-,pero a la vez constituiría el negocio de las cabras para la sociedad española: devendría un desmelene mediático (sin respeto alguno por los restos anónimos de represaliados allí inhumados).
Para ese viaje, en vez de esas alforjas propongo mejor montar ya un plató de televisión sobre las tumbas de Franco y José Antonio, con mucha luz, focos, flores y regodeo, y que lo modere Jorge Javier Vázquez. Ahí sí empezarían a estremecerse, temblar y moverse de sitio los huesos del subsuelo.
Nooooo por dios , la mierda nunca hay que removerla
¿Por qué cambiarlo de sitio? ¿No está a gusto en el gran templo que se hizo construir?
Aunque la idea de llevar allí la psíquica que sale con Jordi González a ver qué se cuenta José Antonio desde «el otro lado» causa, como mínimo, una expectante curiosidad.
¡Que pongan el plató! O hagan el siguiente Gran Hermano ahí dentro.