EL CASO DE LA NIÑA MARI LUZ
El caso de la niña Mari Luz está poniendo el universo televisivo español patas arriba. La televisión le ha cogido gusto al caso de aquella niña abusada y asesinada. Es espantoso y es así: esa niña muerta genera dinero. Y las televisiones comerciales huelen el dinero. La televisión agita el caso para que el interés morboso del personal no decaiga: los programas especiales se multiplican, las recreaciones, las ficciones televisivas, las imágenes del juicio, los reportajes sobre los implicados en la tragedia, el padre, la madre, el abuelo, la esposa del inculpado…
No puedo evitar pensar en los buitres, porque esta sobreabundancia tiene más que ver con el espectáculo malsano que con la información. Es verdad que la televi- sión ha aprovechado el caso para denunciar errores en el sistema policial y judicial ciertamente lamentables, pero la insistencia en este caso es inquietante y me desasosiega. Porque no me engaño: la misión de las televisión es la de entretener, y lo de la denuncia es sólo una coartada. La televisión no busca denunciar: busca telespectadores sobrecogidos, busca atenazar miradas.
En este contexto, la esposa del inculpado ha sido entrevistada por unas reporteras de Ana Rosa Quintana muy insistentes, hasta que la señora ha delatado a su marido como el asesino de la niña Mari Luz, en directo ante las cámaras. Ha sido la perla de un relato construido por la televisión en su propio beneficio, con nuestra aquiescencia. La televisión ha construido este caso desde el día mismo de la desaparición de la niña, hace tres años: ha seguido con las cámaras su búsqueda, el hallazgo del cadáver de la niña, el funeral, el desgarro de la familia, la detención del sospechoso, el juicio… Y seguirá.
Ahora la televisión misma es ya un personaje más del caso, y lo son ya algunos programas, y lo son ya algunos críticos, y lo son unos periodistas contra otros… Cuando en pantalla aparezca algo relacionado con el caso de la niña, deberíamos tener la presencia de ánimo de cambiar de canal.
Tienes toda la razón, que asco de acoso y derribo a una pobre mujer, aquejada ademas de una grave discapacidad intelectual. Y te saludo pq la contra de «lavangu» no me la pierdo……………
Tengo tantas suspicacias hacia las buenas intenciones de la televisión i de los que trabajan en ella, aunque a veces sirva para destapar la inutilidad de las administraciones, que puedo llegar a encontrar hipócrita su suposición de ánimo de cambiar de canal por parte del espectador. Des de la simpatía, me permito hablar sin tapujos. Salut !
Hola, Víctor. Soy admiradora de tu trabajo desde hace años.
Respecto del tema Mari Luz creo que en la televisión no se ha tratado la cuestión ni con ética, ni con estética. He visto abochornada como se entrevistaba al padre de la pequeñita en La Noria segundos después de que su presentador hiciera publicidad del concurso del programa consistente en que unos chicos, haciendo un streptease, enseñarían unas cantidades de dinero escondidas en sus escuetas ropas. Legítimo es el deseo del padre de alzar su voz. Todos nos ponemos en su caso. También legítimo el deseo de hacer negocio de un programa de una cadena privada. Pero, ¿es necesario hacerlo todo junto?. El tema da para hablar horas, tantas como se han dedicado a entrevistar a todo aquel que tuviese relación, por pequeña que fuera, con alguno de los implicados o afectados.
Me resultan abyectos los personajes acusados, pero los que hacen un negocio con sus crímenes, si es que los han cometido, solo son un poco mejores que ellos. Muy triste.