Manolo Lama, espatarrado, nos obligó a verle el ombligo y la peluda tripa: no compensa
LLOROS.
«¡Qué lloros más buenos nos hemos echado! ¿eh, Mila?», dijo Jorge Javier Vázquez anteanoche en el plató de Sálvame de luxe.Esta frase del presentador de Sálvame de luxe (Telecinco) resume bien el espíritu del reality de plató que hoy se lleva en televisión. Se trata de desovar emociones a destajo y cobrar por ello, y de que lo haga el círculo pretoriano de colaboradores del programa. Es lo que hizo Mila Ximénez en La caja,después de haberlo hecho en anteriores semanas Karmele Marchante, Lidya Lozano y Kiko Matamoros. En ese programa, los colaboradores de Sálvame exponen su vida y miserias a la inquisición de un equipo de psicólogos. Todos estos personajes exponen su pasado de maltrato, carencias afectivas, abandonos, traiciones y desengaños, que les han llevado a ser quiénes son. Los capos de Telecinco, desde ese momento, acceden a un valioso caudal de información acerca de las debilidades, fragilidades, traumas y vulnerabilidades de sus contratados, material que van a utilizar desde ya para pincharles, provocarles, levantarles emociones y generar sus preciados llantos. Un material de primera para generar la televisión de llanto y moqueo que tan barata sale y que es tan autosuficiente. Es que estamos en crisis, y tenemos que apañarnos en casita, entre nosotros y en zapatillas. Y con Belén Esteban echando cuatro gritos destemplados – al fin, lo más sensato del programa anteanoche-esta televisión salva su cuenta de resultados.
MANOLOS.
El informativo de Cuatro, a mediodía, se cierra con la información deportiva a cargo de Los Manolos, así llamados por la homonimia de los dos periodistas que conducen la sección (Manu Carreño y Manolo Lama), famosos por el desparpajo y la campechanía – rayana en lo populachero-de su pose, actitud y comentarios. Más de un disgusto les ha comportado este perfil de barra de tasca (recuérdese la vulgaridad insensible demostrada ante un indigente en un puente de una ciudad europea), del que no se apean, vocingleros y efectistas. De tan relajados que están – yo diría que compiten entre ellos por ser el más noblote y cercano-,a menudo pierden las formas. Como el pasado miércoles: hacia el final del programa, Manolo Lama, con las piernas estiradas bajo la mesa de cristal, derrumbado sobre el respaldo de su silla, hacía sus últimos comentarios, con el bajo de la camisa ya fuera del pantalón y sus últimos botones desabrochados, de modo que nos obligó a verle el ombligo y la peluda tripa. No sé si estaría diciendo algo muy interesante, pero fuera lo que fuese no compensa el hecho de tener que verle la barriga a este hombre. Y por muy gratis y en abierto que sea este canal.
NIÑATOS.
Entre Hijos de papá, Hermano mayor y Princesas de barrio emerge de la televisión un desolador panorama de la juventud española. Pero esto no es una radiografía social, es sólo un espectáculo televisivo para divertimento del personal a costa de unas jóvenes desorientados: de lo contrario, sería descorazonador. Vemos en pantalla el fracaso de la educación escolar y familiar, y nos parece natural que estos frikis acaben en la tele. De todos modos, estos programas generan empatía en un segmento de la audiencia: los adolescentes. Unos por verse reflejados y otros por sentirse algo mejores que esos coetáneos catódicos… o por la suerte de no tener una madre como la de uno de los de anteanoche.