Las vigas de Montaigne ——————- Víctor-M. Amela
Decimos de modos distintos siempre las mismas cosas. Por poquito que te apliques en leer y escuchar, descubres enseguida que alguien en el pasado ya dijo casi todo lo que se puede decir (incluida esa genial ocurrencia que tenías en la puntita del lóbulo frontal…) Me sucede a menudo, y resulta siempre un descubrimiento confortante: comprendo así que no soy un náufrago perdido con alguna idea, sino que estamos siempre en compañía y compartiendo todas las ideas. Aunque a veces me pregunto si somos nosotros los que tenemos ideas, o son las ideas las que nos tienen a nosotros… (¿Esto se me ha ocurrido a mí o estoy citando a uno que citaba a otro que lo dijo en la antigüedad?).
Pensamos con retales de lenguaje, y las citas, dichos, máximas, locuciones, sentencias y frases clásicas son pequeños paños ya tejidos al servicio de la continua urdimbre del pensamiento. Como ya dijo Newton –uno de los cerebros más brillantes de la historia-, “caminamos a hombros de gigantes”: es decir, de todos los que nos precedieron y que pensaron y dijeron antes que nosotros pensásemos y dijésemos nada. Tener acceso a tamaño tesoro de dichos y pensamientos, pues, nos eleva y nos proyecta un poco más allá. Por eso un cofre rebosante de tantas citas como las que este libro contiene es un pedestal inestimable para el espíritu y un trampolín para nuestras neuronas. Por eso me enrolé con presteza en el proyecto de este libro impulsado por el equipo editorial de Styria: constituye el cofre del tesoro que me hubiese encantado tener en casa desde que era un joven estudiante, para abrirlo y mirar dentro continuamente.
Colaborar en la confección de este libro me ha resultado muy gratificante, por lo demás: me he dado el gusto de volcar aquí el fruto de un trabajo acumulado durante los últimos doce años como entrevistador en “la contra” de “La Vanguardia”. En doce carpetas –una por año- he ido archivando las entrevistas publicadas, mis conversaciones con casi 1.500 personas sabias –éstas por lo que han leído, ésas por lo que han vivido, aquéllas por lo que han reflexionado, sentido, experimentado, investigado, realizado o intentado- de las que he ido extrayendo los cientos de citas clásicas más o menos frecuentadas, dichos de personajes singulares, máximas de personalidades célebres y frases hechas llegadas por mil afluentes que ahora desaguan en estas páginas.
De todos modos, el trabajo caudal de esta obra lo sustentan los codos de un laborioso equipo de documentalistas universitarios formado por Carlos G. Costoya, Amparo Olmos e Isabel Román. A su infatigable minuciosidad –junto a la tenacidad de Cristina Payá desde Styria, y al equipo completo de la editorial- se debe lo mejor de este fenomenal trabajo, cuyo profuso ‘corpus’ de locuciones latinas han cotejado escrupulosamente con las fuentes originales para salvarlo de errores de atribución que otros libros de citas habían perpetuado. Se han ocupado, además, de confeccionar un utilísimo índice onomástico de los autores (con sus respectivas fichas biográficas) de estas citas, así como un índice bibliográfico de las obras que las contienen.
Este equipo ha desplegado la primordial labor de rastrillado de textos clásicas en busca de esos dichos, esas frases hechas, adagios, locuciones, máximas y sentencias que, saltando de cita en cita por la pluma de autores de todos los tiempos, han atravesado los siglos hasta llegar a nosotros desde los albores mismos de la escritura. Y ya he aludido a otras obras que antes que la nuestra, y desde el siglo XVI –“Adagia”, “Dicta notabilia”, “Acute dicta”, “Sententiae”…- espigaron esas píldoras de saber antiguo en compilaciones que se han conocido como “Tesoros” de sabiduría clásica o “Aurea dicta” (dichos áureos), tal la valiosísima publicada en 1960 por la Fundació Bernat Metge, cuajada por el gran humanista catalán Eduard Valentí bajo la mirada de Carles Riba y la colaboración de Neus Galí. Gracias a todos por el camino allanado.
Encontraréis aquí, pues, expresiones de la antigüedad de una aquilatada validez universal y que todavía hoy siguen resultándonos útiles, igual que lo fueron en el siglo XVI para autores como Cervantes o Shakespeare -que eternizaron muchas en sus inmortales obras- o como para el colosal humanista Michel de Montaigne, que esmaltó sus fundacionales ensayos (“Essais”) con frases de Sócrates, Séneca, Virgilio, Plutarco y muchos otros clásicos… cuyas sentencias tenía siempre a la vista, primorosamente caligrafiadas en las vigas de su torreón-estudio. ¡Ojalá, lector, esta obra sea para ti tan inspiradora como las vigas de Montaigne!
Con sus 40.000 entradas, esta obra triplica las reunidas en otros libros de citas hoy en el mercado en español, lo que la convierte en una herramienta de consulta incomparablemente práctica para bachilleres y estudiosos, historiadores y abogados, filólogos y filósofos, profesores de cualquier materia, universitarios de todas las facultades, conferenciantes, escritores y periodistas, religiosos y tantos ejecutivos en busca de la sentencia clásica que sintetice en un informe profesional ese pensamiento que está en el aire… Confío en que –sin abusar- atinéis a hacer el mejor uso del contenido de estas páginas.
Y, en cualquier caso, lector, te ruego que me permitas acogerme a una de mis frases predilectas, parece que acuñada por Plinio: “No hay libro, por malo que sea, que no contenga algo bueno”. Así sea.
Puedes encontrar «Antología de Citas» aquí.